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sábado, abril 15, 2006

Plegaria

Cada vez que contemplo la luna llena, el alma se me abre, recuerdo las distancias de los años, las lagrimas derramadas en llantos imaginarios, las risas de niña juguetona, las palabras que juran que la espera no es envano.

Cada vez que miro la negrura de la noche, sólo me pregunto ¿cómo el cielo obscuro sostiene a las nubes borrosas y las estrellas caprichosas? Aquellas que se parecen a mi, esquivas, difusas, demasiado brillantes, para que el ojo del hombre las pueda mirar.


En esta noche húmeda, peremne escucho. El susurro de tu pensar, tan lejos de mi.
En esta noche de luna muy llena. Me levanto y camino por mi jadín, repleto de sueños en azul.


Oigo el sonido del mar en la bahía..., y recuerdo que estoy en Valparaíso. Las luces de la ciudad se confunden con las de este cielo obscuro y quieto.

Respiro, para darme ánimos y a la vez pido un deseo, miro desde mi ventana, las casas que cuelgan de los cerros, aquellas que estan llenas de secretos, trato de no abrir y cerrar mis ojos, para así poder adivinar en cual de ellas, tu mi viajero herrante te encontrarás.

sábado, abril 01, 2006

La Espera


La noche cae como condena de alma en pena,
inevitable, eterna, pasiva.
Sin prisas tomo mi espejo secreto, y trato de
mirarlo de reojo. Su reflejo, es el de mi rostro sin ti.

En esta noche callada y fría, te recuerdo.

El tic tac del reloj, marca el tiempo recorrido,
las cosas se ven más claras de noche, gracias
al espejo magico y la almohada cómplice.

Te espero fuera de mi cueva, casi desnuda, con sólo mi persona para amarte.

Te espero aceptándote como el angel caido que eres.

Te espero, refujiada en la oscuridad del cielo, cargándo la esperanza jamás perdida, de que pronto vuelvas, dejándo atras, tus sombras pasadas.

Adios amigo mío (Homenaje al Sr. R. Guzmán)


Adiós amigo mío..., vuela lejos a lo alto y más allá del cielo, dejate llevar por la libertad de no cargar más el pesado cuerpo.
Adiós amigo mío, te recordaré siempre, jamás borraré de mi mente tus ojos grises y tu voz de abuelo.
Adiós amigo mío, no te entristescas por nosotros, acá aún te amamos, allá tu eres energía y valor, acá tu piel estaba marchita, y tu corazón se detuvo.
Amigo, el respeto que siento por ti lo guardaré toda la vida, tu breve compañia no se borrará de mi pincel, y cada vez que sienta una voz grave sabré que aún estás ahí..., en el presente.
Que la fría lápida de tu tumba no interfiere entre nosotros. Ya es otoño y en el mes tercero, en su día treinta, tuviste que partir, a ese viaje egoísta en el cual te embarcaste solo, y el cual nosotros no lo podemos compartir.
Le pedí secretamente a mi padre Pelluco, que te guie por ese camino incierto, y te de los ánimos para seguir por el, con luz, con calma, y sin dolor.
Adiós amigo mío, el viento solpa..., y te tengo que dejar ir.