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jueves, octubre 28, 2010

Partida


Las despedidas son siempre ingenuas.

Muchas veces bajamos la guardia con el sentimentalismo, y nos damos cuenta de que nada sirve decir adiós.

Lo importante es el cierre de círculos,

No dar vuelta la página.

Dar un portazo en la cara, a todo aquel que nos ha lastimado.

Sacarle la Madre al que se atrevió a ignorarnos.

Escupir al rostro de la indiferencia y decirle a todos ¡váyanse a la mierda!

Las despedidas son siempre ingenuas.

La mía no lo es.

Yo decido donde estar, que hacer y a quien amar.

No me atan los puestos, los roles o el trabajo.

Soy feliz simplemente siendo yo, y no pensando en ser yo.

Las despedidas siempre son ingenuas.

Ya nada me afecta y estoy lista para partir.

Todas las heridas de guerra han cicatrizado, y finalmente me doy cuenta, de Yo no espero nada a cambio de ti.

Mi único horizonte soy yo

Mi único reloj soy yo

Mi único jefe soy yo

Mi único juez soy yo

Las despedidas son ingenuas.

A los que me odiaron, púdranse.

A los que me amaron, los amo.

A los que me envidiaron, lo siento.

A los que me respetaron, gracias.

A los que me temieron, así soy.

A los que están por conocerme, sorpréndanse.

Hoy me di cuenta de que sobreviví el holocausto de una etapa de mi vida.

Y puedo decirles con toda libertad, ¡al carajo con todos ustedes!

Porque ya no tengo miedo.

Porque aunque las despedidas son ingenuas.

Esta, la mía…, no lo es.

miércoles, octubre 20, 2010

Nosferatu

Los Vampiros son aquellas personas dañinas que se quieren acercar a la vida de uno.
Cuando aparecen, son hermosos y sensuales, te ofrecen alegría, placer y momentos de felicidad.
Así se aprovechan y no nos deja ver más allá de nuestro propio egoísmo.
Bebe de nuestra sangre, cada vez que lo invitamos a entrar.
Nos gusta.
Nos delata.
Nos acompaña.
En la noctrurna noche de nuestros pensamientos más oscuros.
Nos engatuza con un amor loco y mortal.
Y cuando lo ha obtenido todo, se aleja a buscar otra piel de dulce sangre roja.
Recuerden..., a los Vampiros No hay que dejarlos entrar.
Si se me aparece uno jugaré con él, lo esperaré en el dintel de mi puerta.
Y cuando la penumbra nos cubra absolutamente a los dos..., mis brazos lo rodearan suavemente, el calor de mi cuerpo lo confundirá..., y sin que el Vampiro se dé cuenta, lentamente le estaré clavando una estaca en su muerto corazón.